Artículo escrito por: Laura Guzmán Pérez, Nutricionista de Baraná.

A lo largo de la vida nuestros hábitos de alimentación, el sendentarismo y el estrés pueden generar lo que se llama inflamación de bajo grado (IBG), que es una respuesta global de defensa del cuerpo ante un desequilibrio en su ambiente interno.

Este proceso de inflamación funciona de la misma manera que cuando nos pica un mosquito o un virus o una bacteria ataca el cuerpo. Los vasos sanguíneos y diferentes grupos de células intervienen, inicia un proceso inflamatorio y se liberan una serie de moléculas para defenderse del agente agresor. Según la etapa de la inflación así van participando nuevos tipos de células y moléculas que permiten la vuelta a la normalidad de nuestro organismo.

La capacidad del cuerpo de mantener ese balance interno se conoce como homeostasis. Pero cuando un agente externo –o interno— afecta de manera constante el equilibrio de los diferentes sistemas, la inflamación se puede volver crónica y progresiva. De manera simplificada se pude decir que hay un agotamiento del sistema inmunológico, el cuerpo va perdiendo esa capacidad para equilibrarse y hay una producción crónica de moléculas proinflamatorias.

“El funcionamiento absoluto del cuerpo humano se rige por sistemas opuestos que se encargan de mantener la homeostasis o equilibrio, lo que resulta en un estado funcional y de buena salud; de tal manera que existen dos actores: los agonistas y los antagonistas. Para lograr situarse en este punto medio, se necesita de la interacción entre agentes proinflamatorios y antiinflamatorios, que actúan según las necesidades del individuo” (Alcalá et al., 2018, pág 3).

El estrés, el alcohol, el tabaco y una dieta alta en azúcares, grasas trans y saturadas, generan niveles altos de insulina y lípidos, cambios en la microbiota intestinal y engrosamiento y rigidez de las paredes arteriales, entre otras transformaciones en el cuerpo. Todos ellas contribuyen al daño a nivel molecular, celular, orgánico y sistémico, y por ende a la aparición de inflamación crónica, envejecimiento prematuro y enfermedades crónicas como diabetes, presión alta, arterosclerosis o cáncer.

“La inflamación es conocida como una reacción protectora fundamental para el organismo, pero su exacerbación o persistencia puede desencadenar múltiples patologías” pero con el paso del tiempo afectar sistemas como el circulatorio, nervioso, respiratorio y gastrointestinal” (Alcalá et al., 2018, pág 3).

Los efectos de una inflamación de bajo grado se pueden observar desde edades muy tempranas, como lo demostró hace poco un estudio realizado entre centros de investigación de Estados Unidos Canadá y Reino Unido.

El problema con este tipo de inflamación es que cuesta detectarla porque es asintomática o sin señales fáciles de detectar.

“Es frecuentemente subclínica, especialmente cuando (la inflamación) se localizan no solo en un órgano sino en un conjunto de órganos internos, y requieren de enfoques integrales, de un equipo de salud multidisciplinario y de análisis de laboratorio específicos que podrían indicar aumento de diversos parámetros pro-inflamatorios y contemporáneamente disminución de otras moléculas consideradas anti- inflamatorias (Eynard, pág,8)”.

Por lo anterior es importante mantener buenos hábitos y estilos de vida saludables desde la juventud, las consecuencias de la inflamación crónica van más allá de la obesidad, hígado graso o diabetes.

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Referencias

Eynard, A (2021). Inflamación de “bajo grado” en el Sistema Nervioso y estrés crónico:
aspectos celulares y moleculares básicos en su fisiopatología. https://acortar.link/HhgCuR

Ibarra D., Villalobos L., Arteaga E, (2022) Inflamación crónica de bajo grado y riesgo cardiovascular. Revista Latinoamericana de Hipertensión. Vol. 17 – Nº 3, 2022. https://www.revhipertension.com/rlh_3_2022/6_inflamacion_cronica_bajo.pdf

Alcalá D, Cobos DE, Jurado F. Inflammaging: envejecimiento inflamatorio. Rev Cent Dermatol Pascua. 2018. https://www.medigraphic.com/cgi-bin/new/resumen.cgi?IDARTICULO=84923